Corre - Portada del libro

Corre

Kelsie Tate

Capítulo 2

SUMMER

Habían pasado tres semanas.

Tres semanas desde que ideó su plan. Tres semanas esperando, deseando y rezando para que llegara su momento.

Tres semanas de doloroso y continuo sufrimiento en silencio hasta poder escapar.

Sentada en la cocina, tomando una taza de café, con el último moratón de la noche anterior en la mejilla casi curado, suspiró para sus adentros. Sabía que no podría aguantar mucho más.

Dio un mordisco a su tortilla antes de llamar a su compañero. —¡Todd, tu desayuno se enfría!

Se encogió de hombros cuando no recibió respuesta, contenta de poder pasar un rato tranquila sin tener que preocuparse por su tempestuoso compañero.

Inhaló bruscamente mientras Todd salía corriendo del dormitorio.

—No puedo comerlo, cariño. Tengo que irme. Hay una disputa en la frontera. Parece que volvió a aparecer esa panda de pícaros que armó jaleo hace un tiempo.

Summer le dedicó una leve sonrisa mientras él besaba su mejilla magullada.

—Vale, cuídate —respondió ella, mintiendo entre dientes. Había rezado todos los días durante cuatro años para que una de esas veces él no volviera de una pelea.

—Siempre —le guiñó un ojo antes de salir corriendo por la puerta.

Ahí está...

Summer se sentó en silencio un momento, rezando para que no hubiera olvidado algo y volviera a cruzar aquella puerta.

Al cabo de unos instantes, se levantó rápidamente de su asiento en la mesa. La determinación se apoderó de ella.

Corrió al garaje y abrió la puerta de la vieja nevera que tenían para guardar cosas. Rebuscó en ella, pasando por encima de la comida que amontonó para esconder lo que tenía separado.

Sonrió al coger las bolsas de sangre que robó de la clínica de la manada unas semanas antes, cuando Todd insistió en que donaran.

Ella había fingido que no quería ir, alegando que odiaba las agujas para que él no sospechara cuando ella se marchase antes, presa del pánico.

Sabía que era un riesgo, pero también sabía que él nunca los habría encontrado allí, salvo que de repente tuviera ganas de preparar la cena, cosa que nunca iba a ocurrir.

Ese era su deber como compañera, pensó, con el tono de su voz resonando en su mente.

Cogió las bolsas y entró corriendo, dejándolas sobre la encimera antes de respirar hondo.

Corrió por todas las habitaciones de la casa, tirando muebles y arañando cojines. Rompió sillas y espejos y lo tiró todo al suelo.

Luego, cogió la primera bolsa de sangre y rasgó la esquina, rociando de sangre toda la casa, hasta que todas las bolsas salvo una quedaron vacías.

Miró el desastre que había hecho, contenta por el resultado.

—Parece que pasó por aquí un granuja —susurró con orgullo, metiendo las bolsas vacías en la mochila que llevaba colgada al hombro.

¡Sí, así es! Vamos, Freyareplicó entusiasmada.

Summer estaba de pie junto a la puerta trasera, con la última bolsa en la mano. Vertió la sangre en un charco en el suelo antes de dejar lentamente un rastro detrás de la casa y adentrarse en el bosque a sus espaldas.

Corrió un trecho, dejó caer una mezcla de su propia sangre y de la sangre que robó, antes de decidir que ya había ido demasiado lejos.

Volvió sobre sus pasos hasta la casa y corrió en dirección opuesta de su rastro de sangre, su loba esprintando por el bosque con todas sus fuerzas.

—Solo corre —se dijo a sí misma, sabiendo que tenía que moverse rápido y cruzar la frontera antes de que él llegara a casa.

Rezó para que la disputa tardara horas, para que no llegara a casa hasta que ella hubiera pasado.

Esprintó por el bosque, con el corazón acelerado. Estaba llegando al límite.

—Lo lograremos... —susurró acercándose a la frontera, intentando no tener tantas esperanzas, consciente de que podrían atraparla como las dos veces anteriores.

—Solo corre —se repetía, dispuesta a seguir adelante, a pesar de que el cansancio se abría paso después de correr durante treinta minutos.

¡Ya casi llegamos! suloba gritó en su cabeza mientras corrían más rápido.

El corazón latía con fuerza en su pecho. Todo su cuerpo ardía de adrenalina y esperanza mientras cruzaban la frontera de la manada, negándose a detenerse hasta morir de agotamiento o alejarse lo suficiente como para no volver a ser encontrada.

En ese momento, le parecía bien cualquiera de las dos.

Horas más tarde, Summer se detuvo solo un momento cuando encontró un pequeño arroyo en el bosque, únicamente para beber un trago y recargar energías antes de reemprender la marcha.

No importaba lo lejos que pudiera llegar, nunca sería suficiente.

A medida que avanzaba el día y su agotamiento se hacía más difícil de ignorar, Summer alternaba entre correr y caminar.

Freya no tenía mucha fuerza, y su energía se agotaba mientras corrían entre los árboles, las ramas bajas azotándolas mientras más se alejaban de casa.

Necesitamos parar... Freyagimió mientras continuaban corriendo.

—¡No! —insistió Summer—. ¡No estamos lo suficientemente lejos! ¡Sigue! ¡Tenemos que seguir!

Cuando el sol cayó por fin bajo el horizonte y la oscuridad se apoderó del bosque, Summer supo que no duraría mucho más.

Corrió hasta que sus pies cedieron y cayó al suelo, dominada por el cansancio.

Estaba tumbada en el suelo, dolorida y cansada. La adrenalina empezaba a desaparecer poco a poco. Estaba hambrienta y su estómago gruñía con fuerza mientras yacía en el suelo.

Estaba fresco, y el aire nocturno enfriaba la tierra y las hojas que había debajo de ella. Respiró con dificultad y su jadeo se hizo más lento a medida que se calmaba.

El sueño llegó casi de inmediato. Su única protección eran las ramas bajas del árbol que tenía al lado.

—Lo logramos... —susurró mientras se dormía, vencida por el cansancio.

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