Clementine (español) - Portada del libro

Clementine (español)

Senora Danah

Capítulo 2

CLEMENTINE

Clementine… chist, chist. Despierta.

Mientras me levanto de súbito por enésima vez a causa de este sueño, o voz, o lo que sea, pienso: Es la primera vez que oigo algo aparte de mi nombre. Miro a mi alrededor, inspeccionando cada rincón de mi habitación, pero no hay nadie. La única posibilidad es que me haya vuelto loca.

Miro el reloj. Son las cuatro y media, pero no puedo volver a dormirme, así que decido empezar el día. Si termino rápido mis quehaceres, tal vez pueda irme temprano a mi turno.

Me doy una ducha rápida y hago mis necesidades habituales en el baño. A continuación, elijo una falda negra de largo medio, una camisa negra de manga larga y unas converse blancas. Finalmente, coloco la ropa sobre la cama antes de salir de mi dormitorio para comenzar mis quehaceres.

Empiezo por los cuartos de baño, dejo el mío para otro día porque a mi madre le da igual que mi habitación o mi cuarto de baño estén limpios. Después, limpio la cocina y el salón, ya que aún no hay nadie en esas habitaciones.

Cuando termino en el salón, oigo pasos en las escaleras. Cuando levanto la vista, veo a mi hermana.

—Ve a limpiar mi habitación —me dice.

Asiento con la cabeza y subo a la habitación de Joana, sorprendida de que se haya levantado tan temprano, pero decido no pensar en ello porque me importa una mierda su horario de sueño.

La habitación de Joana está hecha un desastre, y eso que la limpié ayer. No sé cómo ni cuándo se las arregló para dejarla tan desordenada, pero empiezo por su cama. Los trozos de patatas fritas están esparcidos por las sábanas, haciendo que huelan mal.

Después ordeno la mesita auxiliar de Joana, que tiene varios cajones, y su armario. La ropa está tirada aquí y allá como si no hubiera sitio suficiente, y me pregunto qué hará cuando encuentre a su pareja y vea lo desordenada que está. Sé que se supone que un compañero debe amarte, pero esta habitación desordenada me da ganas de vomitar, así que solo puedo imaginar cómo se sentirá él.

Lo siento por él... y por ella.

Después de limpiar la habitación de Joana, vuelvo abajo para comprobar si hay algo fuera de lugar en el salón o la cocina. Me estremezco al ver una enorme mancha de café en la alfombra del salón; las manchas tardan una eternidad en limpiarse.

Cuando termino, me dirijo a la habitación de mis padres, que acaban de despertarse. Por suerte, mi madre tiene demasiado sueño para hablar conmigo, así que no me hace ningún comentario. Mi padre, en cambio... Bueno, dejaré su historia para otro momento.

Cuando termino de limpiar la habitación de mis padres, me preparo para mi turno, que empieza dentro de dos horas. Tengo que hacer mi trabajo y salvar al chico antes de que la manada se lleve a los rebeldes.

Normalmente, si solo hay uno o dos rebeldes, la manada los mata en las celdas, pero cuando hay un grupo entero, los degüellan y los tiran desde el acantilado cercano. Por mucho que alfa Jake odie a los rebeldes, no le gusta torturarlos, pero este método no es mejor. No debería aprobarlo.

Hay muchas maneras en que el alfa podría resolver el problema de los rebeldes, como educarlos y ayudarlos a recuperarse de su pasado. Podría hacer que se sintieran parte de una nueva familia, ¿qué hay de malo en ello?

Me pongo la ropa que dejé sobre la cama antes de hacer mis tareas. Mientras me ajusto las converse blancas, pienso en cómo me facilitarán la huida si ocurre algo.

Con suerte, el alfa no sabe que soy capaz de ir a las celdas y liberar a alguien. Él sabe poco de lo que puedo hacer...

Puede que no sea capaz de hacer mucho, pero estoy decidida.

***

Salgo de mi casa antes de que alguien pueda llamarme, pero los insultos me llegan de inmediato.

—Zorra.

—Humana débil.

—No perteneces aquí, humana.

Aunque llevo años escuchando estos comentarios y en general soy inmune a ellos, a veces me golpean como una tonelada de ladrillos. Ya no me importa si la gente me quiere o no en la manada, pero sus palabras me recuerdan que incluso mi familia me odia. Que soy anormal.

En la enfermería, saludo a Erika y me pongo a trabajar. Ahora mismo no hay muchos pacientes, lo cual es bueno. Probablemente todos se estén preparando para el evento del que me hablaron ayer Erika y Alex.

Como si hubiera oído mis pensamientos, mi hermano me espera junto a la puerta cuando termina mi turno.

—Vete directamente a casa, ¿vale? —me dice preocupado.

Le doy una sonrisa tranquilizadora. —Vale, no te preocupes.

Alex me acompaña afuera y yo hago como que me voy a casa, pero en cuanto lo pierdo de vista, me doy la vuelta y camino hacia las celdas. Cada pocos segundos, miro hacia atrás para comprobar si alguien me sigue.

Fuera de las celdas, me aseguro de que no hay moros en la costa, abro la verja y entro con cuidado. Debe de haber muchos guardias ahí abajo, así que tendré que mentir sobre el motivo de mi visita. De lo contrario, mi plan fracasará.

¿Qué estoy haciendo? Nunca he hecho nada como esto antes. Lo máximo que he hecho es abrir ventanas para ayudar a los rebeldes a escapar de la enfermería.

De repente, una idea viene a mi mente. Me tiraré al suelo, lloraré a moco tendido y diré que ha habido un ataque a la manada.

Por supuesto, el alfa podría conectar mentalmente a los guardias si hubiera algún problema, y ellos le dirían que les mentí. Pero es el único plan que tengo.

Cuando doblo una esquina, los oigo. Me asomo por una pared y cuento cuatro celdas con dos guardias cada una.

No he traído ningún arma porque ¿cómo voy a matar a un hombre si ni siquiera puedo matar a una mosca? Además, aunque consiguiera matar a un miembro de la manada, me ejecutarían. Y sinceramente, no quiero morir tan pronto.

Estoy a punto de mostrarme cuando una voz me detiene en seco. —Clementine...

El miedo se extiende por mi cuerpo.

Podría ayudarte. Ayúdanos —dice la voz de mis sueños.

Quiero preguntar cómo, pero no lo hago. Sería estúpido, ya que la voz no puede oírme.

—Oh, puedo oírte, Clementine. Somos uno.

Siento que mi corazón está a punto de salirse de mi cuerpo. —¿Es esta voz mi lobo?

No, no lo soy. Soy mucho más.

No sé qué hacer, pero de alguna manera, escuchar la voz durante el día me hace sentir segura.

—Me alegro, Clem —responde la voz—~. Ahora, ¿quieres ayudar al chico a escapar o no?~

Sonrío. Quiero ayudarlo.

De repente, de la nada, mi cuerpo se sacude hacia los guardias. Uno de ellos abre la boca, a punto de hablar, pero cargo contra él y le doy un puñetazo antes de que pueda hacer nada. Pateo al segundo guardia y luego al tercero, al cuarto y al quinto.

Cuando los ocho han caído, miro a mi alrededor con incredulidad. No puedo creer lo que acabo de hacer. Es como si mi cuerpo hubiera atacado a los guardias por sí solo.

Como por reflejo, busco las llaves de las celdas y abro en la que está el chico. Por mucho que me gustaría ayudar a todos los rebeldes, el alfa me mataría.

Los rebeldes no viven mucho tiempo porque son cazados y asesinados, así que eso significa que los otros deben haberse vuelto rebeldes recientemente. A diferencia del chico, eran lo suficientemente mayores como para tomar las decisiones que los trajeron aquí.

Agarro el brazo del chico. —¡Vámonos! —le digo.

Mientras nos dirigimos a la superficie, miro periódicamente hacia delante, pero no hay nadie. Ahora solo queda una puerta entre nosotros y el exterior de la casa de la manada, y mi nariz percibe un aroma hipnotizador. Un aroma a cerezas, bosque y mango. Es una combinación extraña, pero me encanta.

Me doy la vuelta, y mis ojos captan los ojos más hermosos que he visto nunca. Verdes con motas amarillas.

El hombre de los ojos hermosos está de pie con el alfa Jake, y una mujer morena le coge íntimamente del brazo. Pero mientras él habla con el alfa, sus ojos no se apartan de los míos.

El alfa empieza a darse la vuelta, y yo sacudo la cabeza enérgicamente, como diciéndole al hombre que lo distraiga. Como si me hubiera entendido, el hombre habla más rápido y el alfa se detiene.

Rápidamente vuelvo a agarrar al chico del brazo y abro la puerta para marcharme.

***

Una vez que estamos lejos de la casa de la manada, el chico grita: —¡Gracias! —luego me abraza y me pregunta: —¿Cómo te llamas?

Sonrío. —Clementine.

—Yo soy Elijah.

Parece que Elijah quiere decir algo más, pero le doy unas palmaditas en la espalda y le digo que corra, y así lo hace.

Cuando el chico desaparece de mi vista, doy media vuelta y me dirijo a la casa de la manada. Pero en cuanto entro, el alfa Jake surge de la nada y me bloquea el paso. También puedo sentir al hombre de aroma celestial de pie detrás de él... con la mujer.

No me gusta cómo ella se aferra a su brazo, ni un poco.

—Lo has hecho, ¿verdad? —la voz del alfa Jake contiene ira... mucha ira.

—¿Si he hecho qué, alfa? —pregunto, tratando de concentrarme en la conversación y no en ese olor.

¿Por qué siento su olor? ¿Por qué es tan atractivo? ¿Cómo sé siquiera que viene de él? No soy una loba.

—No te hagas la tonta, Clementine —gruñe el alfa, devolviéndome al presente.

—No sé de qué me estás hablando —miento.

—Entonces, ¿me estás diciendo que si voy a las celdas ahora mismo, encontraré al chico? —pregunta, levantando la ceja.

Llegados a este punto, me siento atrapada. Si le digo que sí y encuentra la celda vacía, tendré más problemas que si le digo la verdad.

—He tenido que hacerlo —admito, con la voz ronca. Tengo miedo, mucho miedo.

—¡Clementine! —gruñe el alfa y carga contra mí.

Una mano le agarra el hombro y lo detiene. —Creo que tenemos un evento al que asistir, ¿no crees, Jake?

La voz del hombre es celestial pero firme, contiene ira y dominación a la vez. Le hace muchas cosas a mi corazón.

—Sí, tienes razón, alfa —dice alfa Jake. Mientras se da la vuelta, añade: —Me ocuparé de ti más tarde, Clementine.

El hombre no lo sigue, sigue mirándome con los ojos entrecerrados. La mujer que se aferra a él le da un codazo para que entre.

Estoy más que enfadada, pero no sé por qué.

Mientras se van, pienso: Pero, en serio, ¿cómo es que puedo olerlo tan bien? Soy humana, y los humanos no huelen las cosas desde lejos.

A menos que... no lo sea.

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