El corazón roto del Alfa - Portada del libro

El corazón roto del Alfa

Veronica

Visión perfecta

Bambi

Contuve la respiración y apreté los puños, mirando fijamente al general al mando, el Alfa Ekon, que seguía apuntando en mi dirección.

Esto no puede ser cierto, ¿no?

¿De verdad es mi pareja?

Cuando sus labios se separaron, el corazón se me salió del pecho.

—Compañera —dijo desde el otro lado del patio.

Entonces, él también lo sintió...

El Alfa Ekon, el hombre más aterrador de la Manada Real, era mi compañero.

El rey Dimitri se volvió hacia Ekon con una mirada de sorpresa.

—¿Acabas de decir algo sobre un compañero, Ekon?

—Sí, está allí —dijo con brusquedad.

Varias chicas que estaban cerca de mí se miraron entre sí, asustadas.

Mi hermano se giró para ver de quién hablaba Ekon.

—¿Dónde está ella, Alfa Ekon? ¿Puedes sentir su presencia?

—Sí, está a tu lado —dijo, acercándose rápidamente a nosotros.

Me volví hacia mi hermano con un sentimiento de temor y, al darse cuenta, me devolvió la mirada con una de horror.

—No... esto no puede ser real.

—Max, no quiero hacer esto —dije, tratando de contener mis lágrimas.

Max me puso detrás de él y extendió sus manos.

—Esta es mi hermana. No va a dejar la manada. Todavía no está preparada —dijo con firmeza, aunque no pudo ocultar el miedo en su voz.

—Apártate —gruñó Ekon—. No me importa que sea tu hermana. Es mi compañera, y eso supera cualquier vínculo familiar.

Max trató de mantenerse firme, aunque fue inútil.

—No te la entregaré —dijo con los dientes apretados.

Ekon puso la mano en la empuñadura de su espada y la sacó ligeramente de su funda, el sol poniente se reflejaba en la hoja pulida.

Pensé que el rey tenía muchas medallas de guerra, pero la exquisita chaqueta de Ekon tenía el doble, y sus cicatrices de batalla eran la verdadera prueba de su temple.

—¡Maximus, detén esta locura de inmediato! —El rey Dimitri exigió—. ¡Entrégale a tu hermana al Alfa Ekon inmediatamente!

Todos los asistentes a la fiesta se habían reunido a nuestro alrededor, formando un estrecho círculo.

—La locura es que mi hermana no tenga nada que decir en esto —replicó Max, caminando por una línea peligrosa.

Fue el rey Dimitri quien aplicó las leyes arcaicas, incluida aquella en la que no se daba a la hembra ninguna opción en su propio acuerdo de apareamiento.

Al ver que los ojos del rey Dimitri se entrecerraban y que la espada de Alfa Ekon se deslizaba aún más fuera de su vaina, supe que la terquedad de mi hermano y su amor por mí serían su fin.

Y no podía dejar que eso sucediera.

—¡Para! —grité, interponiéndome entre ellos—. No hay necesidad de violencia.

Ekon pareció sobresaltado al oír mi voz por primera vez. Alargó la mano y me tocó la cara mientras mi hermano se estremecía.

—Vayamos al comedor para empezar con el banquete —dije con cuidado—. Siempre se piensa mejor con el estómago lleno.

—Sabias palabras. —El rey Dimitri se rió—. Deberíamos estar celebrándolo, no peleando. Tenemos una nueva pareja en la Manada Real.

—Tu nombre —ordenó Ekon como un sargento instructor.

—Bambi —respondí mansamente.

Mientras Ekon palpaba todos los rasgos de mi cara con sus dedos callosos, una sensación de calor brotó en la boca de mi estómago, luchando con el frío que me recorría la columna vertebral.

***

Sentada junto a mi hermano y frente a mi nuevo compañero, podría haber usado mi cuchillo para cortar la tensión más que evidente que había entre nosotros, pero en cambio lo deslicé suavemente a través de mi filete sangrante.

Al igual que este animal había sido criado en cautividad con una única finalidad, yo también sentía como si hubiera sido criada con un solo propósito desde mi nacimiento...

Ser la compañera de Ekon.

Me gustara o no, esta era la posición en la que me encontraba. Y necesitaba mantenerme fuerte... por Max.

—Más vino —gritó Ekon, golpeando su vaso sobre la mesa, sobresaltándome.

Mientras el camarero le rellenaba el vaso de vino, me di cuenta de que debía ser ya su cuarta o quinta copa.

Así que me emparejaron con un despiadado héroe de guerra y un borracho.

Viendo las cicatrices de batalla que recorren las partes visibles de su piel, me atrevería a decir que esas dos cosas no eran contradictorias.

—Ekon, deberías compartirnos alguna vieja historias de guerra —imploró el rey Dimitri, algo borracho él también tras unos cuantos vasos de vino.

Los ojos nublados de Ekon se oscurecieron como una tormenta.

—Esos días son parte del pasado, mi Rey. Y ahí es donde me gustaría que se quedaran.

—Tonterías —dijo el Rey, agitando su tenedor—. ¿De qué sirven todas esas conmemoraciones en nuestras chaquetas si no podemos contar las historias que hay detrás de ellas?

—Algunas historias es mejor no contarlas —dijo Ekon en tono sombrío.

—La Gran Guerra fue una época de héroes —replicó el rey Dimitri—. Y tus hazañas fueron impresionantes, en mi opinión.

Ekon golpeó la mesa con el puño, haciendo saltar incluso al Rey.

—La Gran Guerra fue una calamidad para todos los hombres lobo. Revivo las pesadillas en mis sueños cada noche. No las reviviré aquí, en medio de una cena y con solo una maldita copa de vino..

Ekon se levantó de repente. —Haz tus maletas, Bambi. Nos espera un largo viaje.

—¿Nos... nos vamos ya? —Tartamudeé—. Pensé que nos quedaríamos aquí un tiempo...

No se me había ni pasado por la cabeza que saldríamos hacia la manada de Ekon tan pronto. Ni siquiera sabía dónde estaba.

—Lleva ropa de abrigo... Alaska es fría en esta época del año.

Alaska...

Sentí una repentina sensación de temor en la boca del estómago.

No solo me iba...

Sino que además iba a estar a miles de kilómetros de distancia.

***

Metí mis numerosos y hermosos vestidos en la maleta, pensando en que mi pareja ni siquiera podría apreciarlos.

Puede que fuera un pensamiento infantil, pero me estaban obligando a abandonar mi vida de un día para otro. Los pensamientos infantiles serían un lujo que ya no podría tener después de mudarme con mi pareja.

Estaba a punto de irme a Alaska, aislada de todos mis amigos y familia...

Miré un folleto de una escuela de diseño de Nueva York que estaba sobre mi tocador.

Aislada de todo...

Había tantas cosas que quería hacer, y ahora no estaba segura de que fuera a tener ni siquiera la oportunidad.

Max llamó suavemente a la puerta y entró. Por su aspecto podría parecer que estaba asistiendo a mi funeral.

—¿Cómo te va? —preguntó titubeante.

—Tengo miedo —respondí con sinceridad—. No sé casi nada de él. Y lo que sé me aterra. No quiero dejar mi casa.

—Lo siento, Bambi. Tal vez me equivoqué. Tal vez la naturaleza es cruel al fin y al cabo.

Pensé en el pequeño pájaro azul de esta tarde. Tal vez había dejado el nido antes de estar listo para ello...

Max me acercó a él para abrazarme.

—Escúchame, pequeña cierva. Sé fuerte. No muestres ninguna debilidad. Él te exigirá respeto, pero tú debes exigírselo de vuelta también. Un hombre como Ekon respeta la fuerza y la confianza. Mantente siempre firme y, sobre todo, escucha a tu corazón.

—No sé qué voy a hacer sin ti —dije, empezando a llorar.

—Puedes localizarme cuando quieras. Estoy a solo un mensaje o una llamada de distancia —me aseguró.

Le miré directamente a los ojos. —Max, dime la verdad... ¿realmente crees que puedo hacer esto?

Puso sus manos sobre mis hombros y sonrió suavemente.

—Creo que puedes hacer cualquier cosa que te propongas, Bambi.

***

Mientras estábamos sentados en la parte trasera del coche privado de Ekon, vi cómo el hogar de mi infancia se desvanecía en la distancia.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas, pero las enjugué rápidamente, agradeciendo que Ekon no pudiera verlas.

Nos sentamos en silencio mientras una fuerte lluvia comenzaba a golpear las ventanas.

Me sentí más vulnerable que nunca, atrapada en este coche con un completo desconocido.

—¿Tienes miedo? —preguntó Ekon como si pudiera leer mi mente.

—Yo... no, por supuesto que no —respondí, sorprendida.

—No me mientas —dijo con severidad—. Habrá consecuencias por mentir. Esconderme cosas no tiene sentido. Mis sentidos son más agudos que los de un hombre lobo normal.

—¿Cómo no voy a tener miedo cuando dices cosas así? —respondí, recordando las palabras de mi hermano.

Muestra tu fuerza.

—Exijo respeto. En todo momento. A veces, la mejor manera de ganarse el respeto es a través del miedo —dijo en tono áspero.

—Y a veces la mejor manera de ganarse el respeto es ganándoselo —repliqué con seguridad.

Sonrió ligeramente mientras se acariciaba la barbilla.

—No te equivoques, mi manada no es la manada de tu hermano. Hacemos las cosas de manera diferente en Alaska. Puede que hayas tenido rienda suelta aquí, pero en mi manada, acatarás mis reglas y solo las mías. ¿Está claro?

Dudé en responder, pero no era el momento de presionarle.

—Sí, está muy claro.

Cuando Ekon me agarró la cara, sentí que sus garras se extendían por mi mejilla. Sus ojos nublados se volvieron negros como el carbón, y yo jadeé, apartándome de él.

~¿Qué demonios está haciendo? ¿Está empezando a transformarse?

Cuando sus ojos oscuros observaron mi cuerpo, sentí una repentina oleada de excitación. Por alguna razón, me gustaba la forma en la que me miraba, aunque sabía que no podía verme realmente.

Sus ojos volvieron a la normalidad y sus garras se apartaron mientras se sentaba.

—¿Qué acaba de pasar? —pregunté nerviosa.

—Mi lobo quiere salir a la superficie. Quería verte —respondió Ekon.

—¿Me ves?

—Sí, yo estoyciego, pero mi lobo...

Ekon se inclinó hacia delante y susurró, haciendo que se me pusiera la piel de gallina.

—Mi lobo tiene una vista perfecta.

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