El corazón roto del Alfa - Portada del libro

El corazón roto del Alfa

Veronica

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Tras ser emparejada con un temible Alfa ciego y atormentado por la pasada Gran Guerra, Bambi deberá encontrar la manera de hacerle ver la belleza de este mundo, antes de que la ira y el dolor lo consuman por completo.

Calificación por edades: 18+

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90 Chapters

Sangre y plumas

Bambi

Te envidio, pequeño pajarito azul.

Libre para salir y cantar tus canciones.

Abrir las alas y volar.

Ir donde tu corazón te pida.

Al observar al pequeño pájaro azul revoloteando en la rama de mi ventana, sentí el deseo de poder cambiar mi vida por la suya, y poder volar a algún lugar nuevo y emocionante.

El pajarito, se posó en la repisa de mi ventana y me miró, emitiendo una alegre melodía.

Extendí el dedo con precaución, con cuidado de no asustarlo, y saltó hasta posarse encima con curiosidad.

—Hola —susurré—. Eres tan bonito, pequeño... ¿A dónde vas a ir ahora?

Mientras acariciaba sus suaves alas, el pájaro azul se inquietó y salió volando por la ventana.

Lo vi elevarse en el aire, hasta que...

¡GRRRAU!

Un águila enorme surcó el cielo y atrapó al pequeño pajarillo con sus afiladas garras.

El animal quedó reducido a sangre y plumas.

Las lágrimas inundaron mis ojos.

¿Es este el precio de la libertad?

—No llores, hermana... la ley de la naturaleza es así —dijo de repente mi hermano desde detrás de mí, poniendo su mano en mi hombro.

Me giré y enterré mi cabeza en su pecho.

—¿Por qué la naturaleza es tan cruel? —Sollocé.

—No es cruel, Bambi. Es dura, sí, incluso implacable, pero sobre todo inflexible. Favorece a los fuertes, no a los débiles. Así que debemos aprender a ser fuertes.

Mi hermano… el Alfa Supremo Maximus, un Alfa del Consejo Supremo de los Hombres Lobo, era conocido por ser bastante implacable también.

Se vio obligado a serlo después de que nuestros padres murieran cuando yo tenía solo cinco años. Max me había criado durante los últimos quince años, y aunque se había vuelto una roca con los demás, conmigo siempre fue realmente cariñoso y afectuoso, aunque quizás también algo sobreprotector.

—Pero no tienes que preocuparte por esas cosas —dijo, apretando mi mano—. Estoy aquí para protegerte. Ahora y siempre.

Tragué con fuerza. Tenía algo que decirle a Max, pero sabía que no le gustaría.

—Yo... me dieron una buena noticia, ayer. —Dudé en si continuar o no.

—¿Qué noticia ? —preguntó, levantando las cejas con duda.

—Me han ofrecido esas prácticas... las de diseño de interiores... en Nueva York.

Sus ojos se entrecerraron. —Bambi, Nueva York no es para nosotros, los hombres lobo. Necesitamos espacio para correr, para cazar, para aullar. La ciudad es sofocante y está plagada de humanos.

Era cierto que la mayoría de los hombres lobo preferían el campo. Pero yo no era como la mayoría.

Era esta enorme y majestuosa finca, con todas sus sirvientas y amas de llaves, pendientes de mí, lo que resultaba realmente asfixiante.

Necesitaba espacio para descubrir quién era realmente, para forjar mi identidad.

Aunque fuera en un minúsculo apartamento de doscientos cincuenta metros cuadrados en Manhattan.

—Max, sé que no crees que pueda hacer esto por mi cuenta, pero necesito intentarlo. Esta es mi pasión, mi sueño, y...

—Bambi, ¿crees que realmente estás preparada para ir por ahí sola? ¿Para dejar la manada? Hace unos segundos estabas llorando por la muerte de un pajarillo azul. No tienes idea del verdadero dolor y sufrimiento que te espera allá afuera.

—¿Y de quién es la culpa, Max? Me has protegido de todo. De todo —argumenté.

—Porque quiero lo mejor para ti —gruñó—. Quiero que tengas la mejor vida que nuestra Manada pueda proporcionarte... todo lo que nuestros padres te habrían dado.

—¿Pero y si esto lo mejor para mí no está aquí? —le supliqué—. Nunca lo sabré si no lo intento.

—Te lo prohíbo —dijo con severidad.

—¿Y qué harás cuando encuentre a mi pareja? ¿Cuando venga a buscarme? ¿También me lo prohibirás? —Exigí saber, empezando a sentirme acalorada. Cansada de que me tratara siempre como a una niña.

Ante la mención de una pareja, Max se puso rígido. Era un tema delicado para él, y yo lo sabía.

Tenía treinta y tres años y no estaba casado, a pesar de ser el Alfa de nuestra manada.

Cuando me fuera, se quedaría solo. Yo le había proporcionado un propósito de vida durante los últimos quince años. Él también tendría que construirse un nuevo camino.

—Lo... lo siento, Max. No era mi intención sacar el tema —dije, abrazándolo con fuerza.

—Lo sé, pequeña cierva. Lo sé. Es que no quiero que te vayas —dijo en voz baja.

Tendría que dejar esta conversación para otro momento. Había una gran gala real en nuestra finca esta noche, y Max estaba sin duda tenso por la llegada del Reyrey y su hijo, junto con todo el consejo.

—Oh, casi lo olvido, el regalo está listo —dije mirándolo—. Lo terminé anoche. ¿Quieres verlo?

—Por supuesto. —Sonrió.

Corrí a la esquina de mi habitación y tiré de una pesada lona al suelo, dejando al descubierto un cuadro de gran tamaño con el escudo de nuestra manada.

—Es perfecto —dijo—. Al Rey Dimitri le encantará. Realmente tienes un gran talento, Bambi.

Max me dio un beso en la cabeza y me dejó para que me preparara para la fiesta.

Cuando una brisa fría entró por mi ventana abierta, crucé mi habitación y la cerré.

Una pequeña pluma azul revoloteó desde la repisa y flotó hasta mis pies.

***

Alisé mi vestido de satén color mandarina mientras bajaba las escaleras hacia el patio. Mi voluminosa melena pelirroja rebotaba con cada paso que daban mis tacones dorados.

Era como si todos los ojos estuvieran puestos en mí, y eso me hizo sonrojar. No estaba acostumbrada a tanta atención.

Llegaban coches negros con todos los Alfas del consejo y la manada real.

Me coloqué en mi sitio junto a mi hermano y su Beta, Ryan.

—¿Estás nerviosa? —me preguntó Ryan—. Es la primera vez que ves a los miembros del consejo y al Rey.

—Un poco —admití—. Hay tanta energía poderosa y dominante en una misma fiesta. Es un poco demasiado.

Mi hermano se rió. Era bueno verle sonreír, sobre todo rodeado de sus compañeros. Pero me entristecía que fuera el único de ellos sin pareja, y sabía que él también pensaba en ello.

—Estos son algunos de los hombres más temidos del país —dijo Max con seriedad. —Muchos de ellos son héroes de guerra, los pocos que sobrevivieron a ella.

La misma guerra que se cobró la vida de nuestros padres.

Max nunca me contó lo que les había pasado a nuestros padres en la guerra. Me ocultó eso, como me ocultó todo lo demás.

Ojalá hubiera estado con ellos tanto tiempo como él. Todo lo que tenía eran recuerdos borrosos, y cada día se volvían más tenues.

Salí de mis pensamientos cuando Ryan hizo un movimiento exagerado con sus manos.

—Uno de ellos, el Alfa Supremo Ekon, es tan aterrador que hasta el rey le teme —incitó Ryan—. Oí el rumor de que perdió la vista en una emboscada, sus córneas quedaron marcadas permanentemente por un rebelde, pero ahora es aún más temible. Dicen que a pesar de estar ciego, puede sentirlo todo. Huele tu miedo y se alimenta de él.

—Para, solo intentas asustarme. —Me reí—. Te lo estás inventando.

La mirada de mi hermano me decía todo lo contrario.

De repente llegó un todoterreno negro con cristales tintados y banderas a ambos lados, y Ryan salió corriendo a abrirle la puerta.

—Les anuncio a su Alteza Real el Rey Dimitri Alfred William Constantine. Se le da la bienvenida a la manada Divina Suprema en nombre del Alfa Máximo Supremo Bryan Woodard.

Qué recital.

Intenté reprimir una carcajada cuando Max me lanzó una mirada. Las posturas reales siempre me hacían mucha gracia.

El rey salió de su vehículo, hinchando el pecho, que estaba cubierto de medallas de guerra.

Se acercó a mi hermano, que se inclinó y le estrechó la mano con firmeza.

—Bienvenido, mi Rey.

Los ojos del rey se desviaron hacia mí y me puse rígida. Era un hombre intimidante, pero aún había una sonrisa detrás de sus ojos.

Me cogió la mano con ternura y miró a mi hermano.

—¿Y quién es esta encantadora joven?

—Mi hermana, Bambi Rosebud Woodard —respondió.

—Les anuncio a su Alteza Real el Príncipe Apolo Haydon Noah Constantine —volvió a gritar Ryan.

Mi corazón se agitó cuando un chico hipnotizante con el pelo rubio recortado y un impresionante traje, que acentuaba su cuerpo delgado pero musculoso, salió del siguiente vehículo. Sus ojos se detuvieron en mí y vi que se ampliaban, con la boca ligeramente entreabierta.

Podría ser mi...

Mi hermano se quedó helado y los ojos del rey se abrieron de par en par.

Pero cuando el príncipe me miró a los ojos, no hubo reconocimiento por parte de ninguno de los dos.

Me besó amablemente la mano y se puso al lado de su padre, que parecía decepcionado, aunque mi hermano dejó escapar un suspiro de alivio.

Tenía que admitir que yo también me sentía aliviada. Puede que estuviera preparada para desplegar mis alas, pero no estaba preparada para irme con un hombre extraño.

Todavía estaba intentando descubrir quién era yo. ¿Cómo podría hacerlo si me ataba a otra persona?

Cuando el último coche se detuvo en la finca, me alegré de que toda esta pretensión real terminara pronto.

—Les anuncio al Alfa Supremo Ekon Helmer Jedrek —gritó Ryan, empezando a perder la voz después de presentar a todo un consejo real.

De repente, me invadió el olor a hormigón húmedo y a madera quemada, una combinación extraña pero que, de alguna manera, me resultaba atractiva.

Mis ojos absorbieron la figura alta y robusta, vestida con un fino esmoquin negro, que salió del vehículo.

No era en absoluto delgado. Parecía como si todas y cada una de las partes de su cuerpo tuvieran unos bien merecidos músculos, con sus correspondientes cicatrices en manos y mejillas.

Su rostro era oscuro y atractivo, pero cuando le miré fijamente a los ojos, éstos estaban completamente nublados.

Está... está ciego.

Nuestras miradas se encontraron, a pesar de su falta de visión, y sentí una oleada de calor fluyendo por todo mi cuerpo.

Oh my God.

Es mi compañero.

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